domingo, 29 de noviembre de 2020

I Domingo. "Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa." Mc 13,33-37

I Domingo de Adviento. Hoy encendemos la primera la vela de la corona, damos los primeros pasos en este camino de preparación para recibir a Cristo. Un camino que es tiempo de acoger la luz, tiempo de disponerse, tiempo de esperanza...

"Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa." Mc 13,33-37

El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico. Son los cuatro domingos anteriores a la Navidad y forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.

El término "Adviento" viene del latín adventus, que significa venida, llegada. El color usado en la liturgia de la Iglesia durante este tiempo es el morado. Con el Adviento comienza un nuevo año litúrgico en la Iglesia.

El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor.

Se puede hablar de dos partes del Adviento:

Primera Parte

Desde el primer domingo al día 29 de noviembre, con marcado carácter escatológico, mirando a la venida del Señor al final de los tiempos;

Segunda Parte

Desde el 17 de diciembre al 24 de diciembre, es la llamada "Semana Santa" de la Navidad, y se orienta a preparar más explícitamente la venida de Jesucristo en las historia, la Navidad.

Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesias ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.






sábado, 28 de noviembre de 2020

ADVIENTO, TIEMPO DE ESPERA

De nuevo llegamos al tiempo de Adviento, tiempo en el que nos preparamos para la venida del Señor que viene a nuestras vidas para transformar la humanidad en una realidad nueva.

Es por ello que se ha colocado la Corona de Adviento en nuestra Sede-Oratorio, cuya luz simboliza la luz de la fe, que se llena de alegría con la llegada del Señor.



domingo, 22 de noviembre de 2020

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

 La celebración de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado sobre todo el misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios.

La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925. El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.

Durante el anuncio del Reino, Jesús nos muestra lo que éste significa para nosotros como Salvación, Revelación y Reconciliación ante la mentira mortal del pecado que existe en el mundo. Jesús responde a Pilatos cuando le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18, 36). Jesús no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios que trae y al que nos conduce.



FESTIVIDAD DE SANTA CECILIA

Hoy, 22 de noviembre, la Iglesia celebra la memoria de Santa Cecilia, virgen y mártir,  quien fue declarada por Gregorio XIII patrona de la música en 1584.

Por ello queremos felicitar a todos los músicos, en especial, a la Agrupación Musical Virgen de la Sierra, quienes a lo largo del año nos acompañan en diferentes momentos. 

Santa Cecilia es una de las mártires de los primeros siglos más venerada por los cristianos. Se dice que el día de su matrimonio, mientras los músicos tocaban, ella cantaba a Dios en su corazón. Su fiesta se celebra el 22 de noviembre y se le considera patrona de músicos y poetas. Es representada generalmente tocando un instrumento musical o cantando.

Las actas de la Santa la presentan como integrante de una familia noble de Roma, que se habría convertido al cristianismo durante su infancia. Cecilia, como lo hicieron numerosas mujeres cristianas de los primeros siglos, consagró su virginidad a Dios. Aún así, fue entregada en matrimonio por su padre, quien la casó con un joven pagano llamado Valeriano.

La noche de bodas, Cecilia le dijo a Valeriano: "Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí”.

El esposo le pidió que le mostrara al ángel y que haría lo que ella le pidiera. Cecilia le dijo que si él creía en el Dios vivo y verdadero y recibía el bautismo, entonces vería al ángel. Valeriano fue a buscar al obispo de Roma, Papa Urbano, quien lo instruyó en la fe y lo bautizó. Tiempo después, el ángel se le apareció a ambos y les puso una guirnalda de rosas y lirios sobre la cabeza como símbolo de su unión espiritual. El hermano de Valeriano, Tiburcio, contagiado de la alegría de los jóvenes esposos se acercaría a ellos y también se haría cristiano.

Lamentablemente, la persecución contra los cristianos alcanzaría a Valeriano y Tiburcio, quienes murieron martirizados por órdenes del prefecto Turcio Almaquio. El relato prosigue señalando que Máximo, funcionario del prefecto, fue designado para ejecutar la sentencia pero que se negó a cumplirla porque se había convertido al cristianismo. El prefecto entonces ordenó que fuera ejecutado junto a los hermanos. Cecilia recogió los restos de los tres hombres y los enterró en una tumba cristiana.

No pasaría mucho tiempo para que Cecilia también fuese víctima de la persecución y condenada a muerte. Se le ordenó rendir culto públicamente a los dioses paganos pero se negó. Por ello fue condenada a morir por ahogamiento en la fuente de baño de su propia casa. Como no pudieron matarla, hirvieron agua y la colocaron en ella, pero eso tampoco funcionó. El Prefecto entonces pidió que fuese degollada. El relato da cuenta de que el ejecutor dejó caer su espada tres veces sobre su cuello sin tener éxito. Asustado, el verdugo huyó dejando a la joven virgen bañada en su propia sangre. Se dice que Cecilia vivió tres días más. El papa Urbano I enterró su cuerpo en la catacumba del papa Calixto I.

En marzo de 2014, el Papa Francisco se refirió a los mártires de los primeros tiempos cristianos, como Santa Cecilia, y dijo que “llevaban siempre con ellos el Evangelio: ellos llevaban el Evangelio; ella, Cecilia llevaba el Evangelio. Porque es precisamente nuestro primer alimento, es la Palabra de Jesús, lo que nutre nuestra fe”.

En Trastévere, Roma, se edificó la Basílica de Santa Cecilia en el siglo V. Allí actualmente se encuentra la famosa estatua de tamaño natural y del escultor Maderna, que muestra a la Santa como si estuviera dormida, recostada del lado derecho.







sábado, 21 de noviembre de 2020

PRESENTACIÓN DE MARÍA EN EL TEMPLO

 El 21 de noviembre la Iglesia celebra la memoria de la Presentación de Virgen María. Esta antigua tradición surge de escritos apócrifos según los cuales los padres de María, siendo esta niña, la llevaron al templo de Jerusalén y la dejaron allí para que fuera preparada e instruida en la religión y en los deberes para con Dios. Pero más allá del relato piadoso encontramos un origen histórico que se remonta al año 543 con la dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva, situada junto al templo de Jerusalén. Esta conmemoración, que en Oriente data desde el siglo VI, contiene un significado relevante para el acercamiento a la figura de María y para nuestra propia condición de seguidores de Cristo.

   La presentación de la Virgen María no es la más destacada de las fiestas marianas pero ésta concede un sentido al resto de las celebraciones ya que parte de la consagración inicial de la Virgen. La relevancia de la figura de María en el cristianismo y su implicación en el proyecto de salvación de Dios requieren de ella una actitud de entrega y servicio que no se consigue en un ejercicio altruista y voluntarista sino que necesita de una consagración que implique toda la vida. La idea de la presentación desde muy pequeña encierra la historia de una vocación que pone los orígenes de la llamada al comienzo mismo del andar por este mundo. Con la llamada vocacional la vida comienza a entenderse desde la relación con Dios en un proceso de crecimiento, maduración, discernimiento y vivencia de la fe para desembocar en el compromiso.

    Desde esta perspectiva vital, toda llamada tiene que responder con la donación. La persona se ofrenda a Dios, pone su vida en manos del autor de la Vida y establece una relación que implica toda la existencia. Al situar en María desde temprana edad la presentación en el templo, sugiere su dedicación y ofrecimiento a Dios, que será desde el primer momento una señal de identidad para la madre del salvador. Esto nos viene a decir que todo lo que acontece en la vida de las personas que se abren a Dios y acogen su Espíritu, queda mediado por la gracia. En María lo reconocemos y la nombramos "llena eres de gracia", pero en cada uno de nosotros, como don de la fe, la gracia apoya la decisión responsable sin anular la libertad humana.

    María ofrece al Señor todo lo que tiene, todo lo que puede hacer, y todo lo que es; es decir, se da a Él sin reserva. Esta es la clave relevante de esta celebración: hacernos ofrendas vivas que se presentan ante Dios haciendo donación de si y dotados del convencimiento de filiación. Somos hijos de Dios, queridos y amados por el Padre Bueno que renovamos en su presencia nuestra condición.



viernes, 20 de noviembre de 2020

MASCARILLAS DE LA HERMANDAD

 "Mi Corazón Inmaculado será vuestro refugio"

Ya están a la venta las mascarillas con el emblema de la Hermandad. Nos encomendamos a la Virgen en estos momentos y pedimos por quienes lo están pasando mal a causa de la pandemia. El beneficio de la venta de todas las mascarillas irá destinado a fines sociales, para ayudar a las familias que están pasando dificultad.

El precio de las mascarillas es de 5 € y se venderán en la Sede-Oratorio de la Hermandad, los viernes y sábados en horario de 17:00 a 19:00 h.

¡La caridad no se confina!




martes, 17 de noviembre de 2020

FIESTA DE SANTA ISABEL DE HUNGRÍA

 Cada 17 de noviembre la Iglesia celebra a Santa Isabel, hija de Andrés, rey de Hungría. Isabel fue una joven madre que aprovechó su posición para ayudar a Cristo en los más pobres. Al morir su esposo, abrazó la pobreza y se dedicó a la vida religiosa. Construyó un hospital donde servía ella misma a los enfermos, convirtiéndose después de su canonización en símbolo de la caridad cristiana en muchos lugares de Europa.

Isabel de Hungría nació en 1207 y fue dada en matrimonio a Luis I, Landgrave de Turingia-Hesse. Debido a dicho compromiso, desde temprana edad fue enviada al castillo de Wartburg para que se educase en la corte de Turingia. Allí soportó santamente la pena por la separación de su familia, así como algunas incomprensiones que supo superar con ánimo amable y oración constante, llegando a ser muy querida.

Cuando Luis de Turingia heredó la condición de Landgrave, se casó con Isabel. Dios le regaló tres hijos y un matrimonio feliz. Luis no ponía mayor impedimento para sus obras de caridad y la dejaba repartir sus bienes entre los pobres. Se dice además que Luis se preocupaba cariñosamente por ella, para que no se exceda en sacrificios y descanse adecuadamente. Y es que Isabel tenía la costumbre de levantarse de madrugada para orar, aun después de su intenso trabajo.

Llegó un tiempo en el que el hambre azotó Turingia. Santa Isabel gastó cuanto recurso pudo para ayudar a los campesinos del reino e incluso repartió el grano que estaba reservado para su casa. Esto le valió grandes críticas, pero ella no se dejó amilanar. Como el castillo en el que vivía junto al Landgrave quedaba sobre una colina, mandó construir un hospital al pie del monte donde ella atendía a los enfermos personalmente, daba de comer a los necesitados con sus propias manos y pagaba el cuidado y educación de los niños huérfanos.

Lamentablemente, su esposo, Luis, murió camino de la cruzada organizada por Federico II, víctima de la peste, por lo que Santa Isabel sufrió mucho. Luego vendrían los conflictos en la corte y el arrebato de la corona de su esposo por mano de su cuñado. En ausencia de Luis, Isabel ya se había entregado a la administración de la corona y había visitado los territorios que le pertenecían. Ascendido su cuñado a Landgrave le impidió continuar con sus obras de caridad, por lo que Isabel decidió dejar la corte.

Más adelante, habiendo previsto que a sus hijos no les falte nada, tomó el hábito de la tercera orden de San Francisco. A partir de entonces, vivió una vida de pobreza. Hilaba o cargaba lana para su sustento y el de los enfermos que dependían de ella, vivió austeramente y trabajó hasta el final de sus días. Murió el 17 de noviembre de 1231, con solo 24 años.

Se dice que el mismo día de su muerte, un franciscano lego se había destrozado uno de los brazos en un accidente y sufría postrado dolores terribles. En eso, se le apareció Santa Isabel portando un vestido radiante. El hermano le preguntó por qué estaba tan hermosamente vestida, a lo que ella respondió: “Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo ya que ha quedado curado”.



miércoles, 4 de noviembre de 2020

MISA DE RÉQUIEM

El próximo domingo 8 de noviembre celebraremos la Misa de Réquiem aplicada en sufragio de nuestros  hermanos difuntos, en especial por los fallecidos en el último año. 

La eucaristía tendrá lugar a las 09:00 h. en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción.


"Desde lo hondo a ti grito, Señor:
¡Señor, escucha mi clamor!
¡Estén atentos tus oídos
a la voz de mis súplicas!" (Sal 130)

Dales Señor el descanso eterno, y brille para ellos la luz eterna.
Que las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.

lunes, 2 de noviembre de 2020

La Virgen del Carmen y las almas del Purgatorio

La relación de la Santísima Virgen con las Ánimas del Purgatorio es profunda y eterna. Ella es Mediadora universal de los seres humanos ante Dios, y podemos decir que por lo tanto será abogada nuestra en el momento en que seamos juzgados.

Promesas de la Virgen a los que viven y mueren llevando el Santo Escapulario.

El Santo Escapulario es el gran don que María, omnipotente ante su Hijo Dios, toda corazón para con sus hijos, los hombres tesorera de todas las gracias, nos trajo del cielo, haciéndonos en él las más preciosas promesas que pudiéramos desear. Muy bien ha sido llamado el SACRAMENTO DE MARIA.

"La creencia general del mundo católico, dice el sabio jesuita P. Clarke, la promulgación de la Iglesia doncente, la aceptación de la iglesia discente, o sea, los fieles, nada falta de lo que puede probar el origen sobrenatural del Escapulario".

"Su misma nobleza de origen, decía el Papa León XIII, su venerada antigüedad, su extraordinaria propagación, así como los saludables efectos de piedad por él obtenidos, y los insignes milagros obrados por su virtud, lo recomiendan con el mayor encarecimiento". A él ha vinculado la Virgen dos maravillosas promesas:

Primera promesa

Es la gran promesa, el privilegio de preservación o exención del infierno para cuantos mueren revestidos con el Escapulario Carmelitano. Orando con fervor a la Virgen S. Simón Stock, General de la Orden Carmelitana, apareciósele circundada de ángeles la Stma. Virgen (15 de Julio de 1251) y entregándole, como prenda de su amor maternal y de ilimitado poder, el Santo Escapulario, prometióle que cuantos murieren revestidos de él no se condenarían. Las palabras de la Virgen fueron éstas: "El que muriere con el Escapulario no padecerá el fuego del infierno".

Segunda promesa

Estando orando el Papa Juan XXIII, se le apareció la Virgen, vestida del hábito carmelitano, y le prometió sacar el purgatorio del sábado después de la muerte al que muriese con el Escapulario. María dijo al Papa: "Yo Madre de misericordia, libraré del purgatorio y llevaré al cielo, el sábado después de la muerte, a cuantos hubieses vestido mi Escapulario".

Tal es el privilegio Sabatino, otorgado por la Reina del Purgatorio, a favor de sus cofrades carmelitas, el Papa Juan XXII y promulgado por éste en la Bula Sabatina (3 de Marzo de 1322) aprobada después por más de veinte Sumos Pontifices.

Por él, el Sábado siguiente a la muerte de los cofrades carmelitas, o como lo interpreta la iglesia, cuanto antes, pero especialmente el sábado, según declaración del Paulo V, la Virgen del Carmen, con cariño maternal, los libra de la cárcel expiatoria y los introduce en el Paraíso. El Papa Paulo V expidió el 20 de enero de 1613 el Sgte. Decreto:

"Permítase a los Padre Carmelitas predicar que el pueblo cristiano puede piadosamente creer que la Bienaventurada Virgen María con sus intececiones continuas, piadosas sufragios y méritos y especial protección, ayudara después de la muerte, principalmente el sábado, día a ella dedicado, a las almas de sus cofrades que llevaren el habito carmelitano".



CONMEMORACIÓN DE LOS DIFUNTOS

Cada 2 de noviembre, día en que se conmemora a los Fieles Difuntos, miles de personas en todo el mundo visitan los cementerios para honrar la memoria de sus seres queridos y de todos aquellos que partieron al encuentro con Dios. En este día, la Iglesia toda dedica la liturgia y anima a los fieles a orar por el eterno descanso de quienes han muerto, con la esperanza de que todos, en el día que no conoce el final, nos podamos reunir en el amor infinito de Dios.

Constituye una obra de caridad indispensable que quienes aún peregrinamos en este mundo oremos y hagamos sacrificios por las almas del Purgatorio, conscientes de que muchos de quienes nos precedieron necesitan aún purgar sus faltas para poder gozar de Dios de manera definitiva. Recomendables son las oraciones de intercesión ofrecidas a la Virgen María, de manera especial el Santo Rosario; también es bueno pedir la intercesión de los santos a través de novenas u oraciones votivas; y, finalmente, no debemos olvidar que toda oración debe estar acompañada de obras de caridad o pequeños sacrificios de la vida cotidiana como, por ejemplo, la limosna, esto es, compartir nuestros bienes con los más necesitados. También es muy recomendable averiguar y poner en práctica las distintas alternativas que da la Iglesia universal o las Iglesias locales para obtener la Indulgencia Plenaria por los difuntos.



domingo, 1 de noviembre de 2020

COMUNICADO OFICIAL VENTA LOTERIA NAVIDAD

 

“Dios te dice: no tengas miedo de la santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar por la santidad de Dios”. (Francisco I)


 

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 El 1 de noviembre la Iglesia Católica celebra la Solemnidad de Todos los Santos, tanto los conocidos como los anónimos. Es la celebración de todos aquellos que comparten el triunfo y la gloria de Cristo en virtud a su esfuerzo por seguir de cerca al Maestro. La Iglesia celebra este día vestida de blanco, al verse confirmada como madre que convoca a sus hijos a la salvación; mientras que los hijos se ven fortalecidos por el ejemplo de quienes se adelantaron en la fe y la caridad.

San Juan Pablo II decía: “Hoy nosotros estamos inmersos con el espíritu entre esta muchedumbre innumerable de santos, de salvados, los cuales, a partir del justo Abel, hasta el que quizá está muriendo en este momento en alguna parte del mundo, nos rodean, nos animan y cantan todos juntos un poderoso himno de gloria”. Y es que esta Solemnidad es día propicio para compartir el júbilo por la obra salvífica de Dios a lo largo de los siglos. Obra que no se detiene jamás y que se renueva, a cada instante, en cada ser humano que responde a la gracia de Dios, viviendo el llamado a la plenitud en el amor.

La Solemnidad de Todos los Santos tiene sus orígenes en el siglo IV, cuando el número de mártires de la Iglesia llegó a ser tal que era imposible destinar un día del año para recordar a cada mártir. Entonces, la Iglesia optó por hacer una celebración conjunta para honrar a todos los que habían alcanzado el cielo, en un solo día, una vez al año.

Cuando el 13 de mayo de 610, el Papa Bonifacio IV dedicó el Panteón romano al culto cristiano, consagró el nuevo templo a la Bienaventurada Madre de Dios y a todos los mártires. A partir de entonces, la celebración de Todos los Santos quedó fijada en esa fecha, y así permanecería por muchos años hasta que el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, trasladó la celebración al 1 de noviembre.

Es necesario que no perdamos de vista aquello a lo que estamos llamados como cristianos: vivir la santidad y realizar todo bien que provenga de Dios.

En el año 2013, el Papa Francisco hizo una hermosa exhortación a la multitud que lo acompañaba en la celebración de esta Solemnidad: “Dios te dice: no tengas miedo de la santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar por la santidad de Dios”.

No olvidemos nunca que ¡estamos llamados a ser santos! Y que debemos recordar y agradecer la vida de esos hombres y mujeres que lo dieron todo por amor.



Domingo de la Divina Misericordia

   "La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia" (Diario, 300) La Fiesta de la Divina...