El sábado es un día dedicado a la Virgen, en él conmemoramos la hora de fe de María.
El sábado, entre el viernes de la pasión y muerte, y el domingo de la resurrección, está lleno de la fe de María. Es como si toda la fe de la Iglesia se recogiese en Ella. Mientras la fe se oscurecía en todos, Ella conservó, por encima de todo, su fe firme e intacta, fue la primera fiel, la única que mantuvo encendida la llama, inmóvil en la oscuridad de la fe, fuerte en el tiempo de duda.
Era justo que la Iglesia le consagrara aquel día, que más que ningún otro recuerda la singular grandeza de su fe, la heroicidad de su esperanza y su amor indefectible por el Hijo.
Para no sacar de su sitio a María siempre hemos de colocarla y celebrarla en relación con el misterio de Cristo.
El sábado dedicado a María:
- Es el preludio e introducción a la celebración del domingo, le fiesta primordial, conmemoración semanal de la resurrección de Cristo.
- La conmemoración semanal nos recuerda que la Virgen está constantemente presente y activa en la vida de la Iglesia.
- Cada sábado unidos a la bienaventurada María en el recuerdo del gran sábado, cuando Cristo yacía en el sepulcro, esperamos la conmemoración de la celebración del domingo.
De mano de María llegamos a Cristo.
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