Hoy celebramos la Fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles y el Perdón de Asís.
La ermita de Santa María de los Ángeles, situada en el paraje llamado Porciúncula, a pocos kilómetros de Asís, fue el lugar sagrado preferido por san Francisco. En la ermita y sus alrededores se desarrollaron muchos hechos decisivos de la vida y obra del Santo. Allí comenzó la Orden Franciscana, allí inició santa Clara su aventura evangélica, allí tenían los frailes su casa solariega, allí murió Francisco. Pero antes, en 1216, obtuvo allí de Cristo, por intercesión de la Virgen, el privilegio del «Perdón de Asís» o «Indulgencia de la Porciúncula», confirmado por Honorio III a partir del 2 de agosto de aquel año, renovado y extendido luego por otros papas. En el siglo XVI, para acoger a los numerosos fieles que acudían a lucrar la indulgencia, se construyó el grandioso templo, que alberga en su centro la humilde ermita, declarado en 1909 basílica patriarcal. Las condiciones para ganar la indulgencia son: visitar una iglesia franciscana, rezar un padrenuestro y un credo, confesar y comulgar y orar por las intenciones del Papa.
Hoy contemplamos en san Francisco de Asís el ardiente amor por la salvación de las almas, que todo sacerdote debe alimentar constantemente: en efecto, hoy se celebra el llamado «Perdón de Asís», que obtuvo del Papa Honorio III en el año 1216, después de haber tenido una visión mientras se hallaba en oración en la pequeña iglesia de la Porciúncula. Apareciéndosele Jesús en su gloria, con la Virgen María a su derecha y muchos ángeles a su alrededor, le dijo que expresara un deseo, y Francisco imploró un «perdón amplio y generoso» para todos aquellos que, «arrepentidos y confesados», visitaran aquella iglesia. Recibida la aprobación pontificia, el santo no esperó ningún documento escrito, sino que corrió a Asís y, al llegar a la Porciúncula, anunció la gran noticia: «Hermanos míos, ¡quiero enviaros a todos al paraíso!». A partir de entonces, desde el mediodía del 1 de agosto hasta la medianoche del 2, se puede lucrar, con las condiciones habituales, la indulgencia plenaria también por los difuntos, visitando una iglesia parroquial o franciscana.
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