domingo, 27 de noviembre de 2022

 COMENZAMOS hoy el tiempo de Adviento, unos días de espera porque sabemos que la venida de Jesús está cerca. La liturgia de este domingo nos invita a considerar nuestra vida de cara a esta llegada del Señor: «Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de buenas obras al encuentro de Cristo que viene, para que, colocados a su derecha, merezcan poseer el reino de los cielos» . Toda nuestra existencia es un tiempo de espera hasta ese gran día en que Jesús vendrá para llevarnos junto a sí. Por eso, como preparación a ese encuentro, la sabiduría de la Iglesia nos hace suplicar a Dios un mayor deseo de hacer el bien. Escribe san Pablo en su carta a los Romanos: «Ya es hora de que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe» (Rm 13,11). Dios nos dejó en herencia este mundo nuestro, quiere que nos dediquemos a cuidar a los suyos, nos anima a sembrar el bien en nuestra vida y a nuestro alrededor. Algún día –no sabemos cuándo– volverá el Señor. ¡Qué alegría llevaremos al corazón de Cristo cuando ese día salgamos a su encuentro! Hasta que llegue ese momento deseamos estar vigilantes, porque no sabemos ni el día ni la hora.


Este Adviento puede ser una buena ocasión para considerar aquellas tareas que Dios nos encomendó y ver cómo las estamos llevando adelante. Quizá, junto al agradecimiento por tantas alegrías, reconoceremos que hemos dejado de lado ciertos aspectos. Hoy podemos decidirnos a recomenzar en esos puntos, siguiendo el consejo que con frecuencia daba san Josemaría: «¿Recomenzar? Sí, recomenzar. Yo –me imagino que tú también– recomienzo cada día, cada hora, cada vez que hago un acto de contrición recomienzo».



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