Hoy se celebra la fiesta de la Sagrada Familia y la Iglesia nos invita a mirar a José, María y al Niño Jesús como modelos para la vida cotidiana.
Los tres, desde un principio, tuvieron que enfrentar peligros, carencias y dificultades. No obstante, la presencia de Dios en medio de ellos fortaleció el amor del uno al otro de tal manera que salieron adelante. Como familia santa son reflejo de la Trinidad y cenáculo del amor verdadero.
Luz para las familias de hoy
La fiesta de la Sagrada Familia, que se celebra dentro de la Octava de Navidad, es una invitación a profundizar en el amor familiar, examinar la propia situación del hogar y buscar los medios adecuados para que cada integrante, papá, mamá e hijos, se asemeje cada vez más a las personas que integran la Familia de Nazaret.
La vida familiar no puede reducirse a los problemas, que brotan generalmente a causa de nuestra fragilidad. Las dificultades mal asumidas ensombrecen los valores trascendentes y terminamos dejándolos de lado. ¡Cambiemos de dirección!
Tengamos presente que la familia es signo del diálogo entre Dios y el hombre y, por lo tanto, padres e hijos deben estar abiertos a la Palabra y a la escucha, sin olvidar la importancia de la oración familiar que sella y fortalece la unión.
San Juan Pablo II -promotor de las Jornadas Mundiales de la Familia- recomendaba mucho el rezo del Santo Rosario en familia, y repetía constantemente una frase que debe ser lema y meta a la vez: “Familia que reza unida, permanece unida”.
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