Hoy, 20 de febrero, la Iglesia celebra la memoria de San Francisco y Santa Jacinta Marto, dos de los tres videntes de Fátima. Junto con su prima Lucía Dos Santos fueron agraciados por las apariciones de Nuestra Señora en Fátima.
Los hermanos Francisco -nacido el 11 de junio de 1908- y Jacinta -nacida dos años después, el 11 de marzo de 1910- Martos son, con la excepción de algunos niños mártires, los más jóvenes en haber sido elevados a los altares por la Iglesia Católica. Junto a su prima hermana, sor Lucía Dos Santos (1907-2005), fueron los agraciados por las apariciones de Nuestra Señora en Fátima.
Los tres eran de origen humilde, hijos de unos padres -emparentados entre ellos- que se ganaban la vida cultivando unas hortalizas y pastoreando a unas pocas ovejas; tareas en las que los tres niños colaboraron desde muy pronto. Eran todos oriundos de Ajustrel, aldea situada en el centro de Portugal, y llevaban, tanto padres, como hijos una vida típica de sencillez cristiana.
En 1916, a los tres pastorcillos se les apareció un ángel. Pero fue al año siguiente, el 13 de mayo de 1917, cuando, en una encina de la pendiente de Cova de Iría se les apareció Nuestra Señora. Fue la primera de varias apariciones, en las que les reveló los tres secretos y les pidió que rezaran el rosario a diario para lograr la salvación del mundo. Solo la fe de los tres niños les permitió vencer la incredulidad de sus mayores y de las autoridades eclesiásticas cuando les relataron lo ocurrido. De ahí el interés que suscitan sus personalidades, especialmente la de los dos beatos.
Según cuenta Sor Lucía en sus memorias, «Francisco no parecía hermano de Jacinta, sino en la fisionomía del rostro y en la práctica de la virtud. No era tan caprichoso y vivo como ella. Al contrario, era de un natural pacífico y condescendiente». Sin embargo, ambos demostraron madurez sobrenatural; en el caso de Francisca cuando Nuestra Señora le anunció, en la aparición del 13 de junio de 1917, que pronto se le llevaría de este mundo. El joven pastor empezó enfermar de gripe española a finales de 1918 y murió el 4 de abril de 1919.
Jacinta empezó a enfermar por las mismas fechas que su hermano. Sin embargo, su calvario -que no le fue anunciado por Nuestra Señora- fue más largo y se prolongó hasta el 20 de febrero de 1920. Con la muerte de Francisca se cumplió la promesa que a ella y a Francisco les hizo la Virgen: «Tendréis mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestra fortaleza».
Años después, en 1935, los cuerpos de los dos pastorcillos fueron exhumados para ser trasladados del cementerio de Ajustrel a la Basílica de Fátima, el de Jacinta permanecía incorrupto. Fueron beatificados el 13 de mayo de 2000 por Juan Pablo II y canonizados por el Papa Francisco el 13 de mayo de 2017.
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