Cada 9 de septiembre se recuerda a Santa María Toribia de la Cabeza, conocida también como Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro Labrador.
Santa donde Dios la quiso
María nació en Torrelaguna (España) entre finales del siglo XI e inicios del XII. Fue esposa de San Isidro Labrador y tuvo con él un hijo. Primero se dedicó a la atención y servicio de su hogar; después, cuando su hijo llegó a la madurez y en pleno acuerdo con su esposo, se dedicó a la vida contemplativa.
Santa María de la Cabeza fue una mujer que destacó por virtudes como la humildad, la paciencia, la devoción y la austeridad.
El milagro del pozo
De acuerdo a la tradición, su pequeño y único hijo, Illán, cayó a un pozo profundo. Entonces, María Toribia e Isidro corrieron a auxiliarlo, pero no encontraban la forma de rescatar al pequeño. Fue así que, con el alma en vilo, se pusieron a rezar de rodillas con tanta fe que las aguas del pozo empezaron a elevarse hasta que el pequeño alcanzó la superficie, saliendo a flote, sentado en una canasta, sano y salvo.
La misma tradición señala que María e Isidro vivieron su matrimonio con auténtico espíritu cristiano. Fueron muy unidos y así lo reconocían sus coetáneos: ellos eran un solo corazón y una sola alma. La oración en pareja los había fortalecido no solo para enfrentar las vicisitudes de la vida cotidiana sino que Dios suscitó en ellos el deseo de vivir una vida completamente consagrada a Él, en el silencio y la contemplación.
Un llamado muy especial
Con ese anhelo decidieron “separarse” después de que su hijo se convirtiera en adulto. Isidro se quedó en Madrid y María partió hacia una ermita cerca del río Jarama, donde además de dedicarse a la oración contemplativa hacía obras de caridad en los lugares cercanos. Vivía en el bosque como labradora y se encargaba de la limpieza y arreglo de una capilla cercana.
Se dice que unos hombres intentaron poner a San Isidro en contra de su esposa con calumnias sobre su comportamiento. El santo rechazó aquellos comentarios injuriosos, pero por cierta debilidad, decidió buscarla para asegurarse de que todo fuese mentira.
San Isidro, entonces, de camino hacia donde María vivía, la vio a la distancia. Vio que estaba por cruzar el río y, antes de dejar la orilla, extendía delicadamente su mantilla sobre el agua, para luego subirse sobre esta y cruzar las aguas hasta el otro extremo, sin mojarse, como si la manta fuese una barquilla. Isidro quedó impactado ante el milagro y eso le llenó de paz el corazón.
La cabeza
Años después, Santa María de la Cabeza regresó a Madrid donde permaneció un tiempo. Después de la muerte de Isidro, la santa retornó a Torrelaguna y se quedó allí hasta que Dios la llamó a su encuentro alrededor del año 1175.
Tras su muerte, su cráneo fue colocado en un relicario en la ermita de la Virgen del Pueblo. Precisamente, al ser su cráneo la reliquia con la que se le reconocía popularmente, la gente empezó a llamarla Santa María Toribia “de la cabeza”.
Suele ser representada portando en las manos una jarra y un cucharón, en alusión a las tareas domésticas y al servicio a los más pobres; siempre mirando al cielo, igual a su esposo San Isidro Labrador quien suele aparecer cerca de ella.
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