miércoles, 24 de marzo de 2021

SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN

«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» (Lc 1,26-38)


Hoy celebramos la solemnidad de la Anunciación. Hoy recordamos el "Sí" valiente que María dio a Dios. Con su respuesta, María manifiesta que ella colabora por su fe y obediencia libres a la salvación de la humanidad. María se abandona libremente a la voluntad de Dios, se entrega totalmente a Él, como "esclava del Señor" a la persona y obra de Cristo. 

La actitud de la Santísima Virgen, encarna el modelo perfecto de cómo debemos recibir al Señor: con fe, generosidad y con plena disponibilidad, abriendo nuestra existencia al amor de Dios.


"De la contemplación de este misterio todos los creyentes pueden sacar nuevas energías espirituales para proclamar y testimoniar incesantemente a Cristo, nuestra única salvación, y servir fielmente al «Evangelio de la vida», que él nos confía." (San Juan Pablo II)..


Hoy recordamos el “Sí” valiente que María dió a Dios, concibiendo desde aquel momento a Jesús y convirtiéndose en protectora del Niño que un día nacería y salvaría con amor al mundo.

“‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible’. María contestó: ‘Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’. Y la dejó el ángel” (Lc. 1, 35 - 38).

La Solemnidad de la Anunciación se celebra nueve meses antes de la Navidad. Si se analiza la historia, María “no la tuvo fácil”. Ella estaba comprometida con José y ciertamente esta decisión de concebir al Hijo de Dios trajo inestabilidad.

Tanto así que el justo José decidió repudiarla en secreto para que los dos no tuvieran muchos problemas. María, además, era joven y pobre, pero confiaba en la Providencia de Dios.

Por lo tanto el Señor interviene y el ángel en sueños le habla a José, quien acepta el plan de Dios, obteniendo así el privilegio de ser padre de Jesús en la tierra y de formar la Sagrada Familia con María.

En el Evangelio de hoy (Lc. 1, 26-38) se aprecia el diálogo del mensajero de Dios con la Virgen. No fue una imposición sino una propuesta a la que María pudo haber dicho no. Pero la “bendita entre las mujeres” aceptó y se produjo el milagro de Encarnación del Hijo de Dios.

Desde aquel momento María tuvo en su vientre a Jesús, no a los tres meses o cuando el embrión tenía forma humana, sino desde el momento de la concepción. He aquí una razón más por la que la Iglesia defiende al bebé desde el primer instante de su vida.




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